Blog de prosa con historias del segundo sexo que sanan.

viernes, marzo 18, 2011

La Dama


Dice el refrán que a veces los árboles nos impiden ver el bosque y es cierto. El desarrollo de lo cotidiano, con sus pequeños matices nos distrae y nos oculta por momentos el conjunto que conforma la realidad que nos rodea con sus metáforas.

En España mañana se celebra el día del padre. A mi padre siempre le ha encantado jugar al ajedrez. Todavía hoy, con sus años le apasiona encontrar las 3 jugadas que conseguirán dar jaque mate a las blancas y que tanto aparecían en la contraportada de los periódicos hace tiempo. Sé que mi padre disfruta con el ajedrez, el ciclismo, conducir, pasear y que no come dulce porque le gusta tanto que dice que si empieza, no puede parar. Rememorar estas cosas me produce una sonrisa agridulce, cuando me doy cuenta, que sin embargo nunca he sabido las cosas que le gustaban a mi madre. Si tenía alguna afición o preferencia, nunca tuvo tiempo para desarrollarla. Sin embargo, ella siempre encontró el momento para conocer lo que nos agradaba y necesitábamos, todos y cada uno de nosotros/as. Me consuela la idea de que antes de terminar sus días tomó las riendas de su vida y decidió como la mujer valiente que era volver a trabajar y hacerlo, además, como autónoma. Ella ya nos había dado mucho y ahora era su turno.

El ajedrez es un juego lleno de simbolismo, en el que se reflejaban las clases sociales y el poder de las jerarquías, en todos los sentidos. Peones, torres, álfiles, caballos, la reina, el rey. En definitiva, la clase trabajadora, la iglesia, el ejército, la clase política.

Todo este simbolismo consciente, me ha hecho centrarme en la figura de la Dama. La función de la Dama, los movimientos de la Dama, el nombre de la Dama. Es reina, pero casi siempre nos referimos a ella simplemente como dama. Ella es la pieza que puede realizar un mayor número de movimientos dentro del tablero;arriba, abajo, en diagonal, en horizontal, en vertical...Parece desplazarse con una gran determinación y de un modo frenético en su empeño de defender su reino y al propio rey. Por eso, cualquier jugador/a que se precie no la cambiaría por ninguna otra pieza. Porque cuando la pierdes, sufres un enorme revés estratégico y psicológico. Sientes que has perdido de antemano el juego o al menos que partes de una gran desventaja, en la que tendrás que trabajar muy duro para poder superar . Y sin embargo, resulta paradójico, que cuando te quitan la pieza más valiosa, la partida no termina. Para que esto suceda hay que esperar a que caiga el Rey; una pieza estática y poco versátil, que se muestra con escasa capacidad de atacar, incluso de defenderse.

Todo un elenco de piezas con diversas cualidades y potencialidades, al servicio de la debilidad del Rey. Muy simbólico.