Blog de prosa con historias del segundo sexo que sanan.

sábado, julio 21, 2018

DIARIO DE BÚSQUEDA DE PISO EN UNA ZONA GENTRIFICADA

Hoy, me lo he pasado muy bien en esa gran aventura en que se ha convertido buscar piso en Madrid.
Por las tardes, me pongo las zapatillas de deporte, me pinto la cara con betún y me pongo la canción de Rocky para coger calle. 
Hoy, concretamente, he quedado a las siete y media con la administradora de un edificio de apartamentos, que por cierto, no terminaba de llegar nunca. En ese afán de no decirte el piso, para que no contactes directamente con la propietaria, no tenía ni idea de a qué portero llamar y allí no aparecía ni Blas.
- Mierda, me he dejado el móvil de esta señora en casa.
Al pasar los minutos han llegado otras personas. Como he deducido que venían a ver el piso también, les he preguntado si sabían cuál era la planta para llamar. Nada.
Con treinta minutos de retraso aparece nuestra querida guía turística tan pancha.
- Qué pronto han venido, ¿no habíamos quedado a los ocho?.
- No, a las siete y media.
- A las ocho menos cuarto, replican los otros candidatos a inquilinos.
En el momento en que nos ha invitado a decidir quién entraba primero, la señora que ha venido acompañando a su hijo, me ha metido un bolsazo para colocarse delante y gritar que ellos entraban primero.
Yo, la verdad, me he tenido que aguantar la risa viendo a un ser humano en plan tiburón de los negocios, por un zulo pagado a 600 euros.
- La chica ha llegado primero. Ha dicho el hijo.
Al oír la chica me he girado a mirar para atrás pensando que se nos había unido alguien, pero como al parecer, la chica era yo, les he pedido que subiéramos todos juntos, si no tenían problema.
Adela, la guía turística, nos ha llevado a unos a un apartamento y a otras a otro. La presentación ha sido muy divertida. Porque, reconozcámoslo, hay que ser muy ingeniosa, para presentar algo que una vez has entrado, ya lo has visto todo. Comedor, baño y cocina todo de una pieza y en la parte de arriba la habitación. En La Habana, a principios de los 90 hicieron lo mismo con las casas coloniales que tienen los techos muy altos. En la parte de abajo todo, excepto el dormitorio que se construía sobre un techo colocado a media altura de la habitación. Esto lo hemos llamado hacinamiento inhumano en Cuba, aquí en Madrid, que los techos son mucho más bajos, los mismos capitalistas lo llaman apartamentos cuqui o loft. En inglés suena siempre mejor.
Adela me ha señalado que mi niño se iba a divertir mucho subiendo por las escaleras a la parte de arriba a dormir. Yo he diferido un poco. La gente de izquierdas siempre tocando los cojones, ya se sabe.
- A mí me parece un poco peligroso, ¿no?, un niño de 6 años subiendo por esta escalera de metal. Tan alta. Tan empinada. Lo bueno es que si se cae, muy lejos no va a ir, porque cuantos metros decía el anuncio que tiene… Bueno da igual.
- Los vecinos son muy majos. Me dice la señora en un intento de retenerme.
Ahí me viene la imagen del momento en que he sacado la cabeza por el balcón, en un intento de que no me diera un ataque de claustrofobia. He recordado cuando era pequeña y vivía en el campo: las encinas, el sol, los campos de girasoles, el olor a tierra, la lluvia mojándote, el canto de los pájaros, el crujido de la leña en la estufa, la botas llenas de barro…Zas, un trapo en toda la cara. Vaya que majo el vecino y que listo: paga 600 euros por un zulo que no pasa de los 30 metros cuadrados y pierde medio metro colgando una bandera de España. Eso es lo que quiere una tener vecinos majos e inteligentes que saben defender sus intereses, y su clase social. Igual me acerco a por un poco de sal. Para romper el hielo.
He salido de mi ensimismamiento, cuando Adela me ha sugerido que si la escalera era un problema tenía otro apartamento con el dormitorio en la misma planta que el resto de habitaciones. Lo voy a resumir así: la gran ventaja de este último apartamento cuqui, es que por cien euros más, si coges impulso desde el sofá, te tiras directamente a la cama. ¡A qué mola!

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